miércoles, 29 de febrero de 2012

Capitulo 13.

Como de costumbre, el primer día no habíamos dado clases, solo habíamos conocido a los profesores y compañeros de aula y nos habían explicado en qué consistía lo que daríamos en el curso. No había nadie en la sala de estar del tercer piso, así que sin reparo alguno me metí dentro del armario. Me había sorprendido mucho que Valerie me citara allí pero al entrar supe por que lo había hecho. Tras unas mantas se abría una puerta pequeñita, que daba a un pasillo y este a un desván con trastos viejos, muebles tapados con sabanas y telarañas en las esquinas.
-          Pensé que no encontrarías el escondrijo- me dijo Valerie, apareciendo de la nada.
-          No ha sido tan difícil- dije, quitándome meritos, aunque la verdad era que no me había costado encontrarlo.
-          Ven, sentémonos, Lis- dijo mi hermanastra mientras se acercaba a un mueble, levantaba la sabana blanca que lo tapaba y dejaba ver un sofá verde oliva.
Hice lo que me decía y me senté a su lado.
-          Dime todo lo que sepas sobre la magia.
Le conté todo. Absolutamente todo. Todo. Incluso lo que mi padre había encerrado en mi memoria y ahora poco a poco estaba recuperando.
-          Lo que hizo tu padre fue un encantamiento, escondió tus recuerdos para que nadie entrara dentro de tu mente y descubrieran que eras una bruja. Tengo que reconocer que fue muy inteligente por su parte el haberte enseñado todo antes de morir.
-          Pero él no sabía que iba a morir…
-          Claro que lo sabía, tu padre fue siempre un hombre muy inteligente. El Gran Alexandro, lo recuerdo bien- su sonrisa se tornó nostálgica.
-          ¿Lo conociste? ¿pero como…?
-          Lo conocí en mi primera vida, él era el Gran Maestre en aquella época y mi padre era su ayudante, trabajaban codo con codo siempre. Alexandro me enseñó a montar cuando era pequeña y me ayudó cuando no conseguía que me saliera el hechizo de teletransportación… cuando lo mataron no me lo quería creer, pero todos sabíamos que acabaría pasando.
-          Valerie, no entiendo nada. ¿Qué eso de primera vida? ¿Y lo de Gran Maestre? ¿Richard y mi padre eran amigos?
-         Haber como te explico…- mi hermanastra tragó saliva y me cogió de las manos, mirándome directamente a los ojos- hay personas especiales en este mundo, los llamados “brujos” antes se conocían como Dioses o Titanes, Hechiceros o Chamanes, todo era lo mismo, pero ahora preferimos llamarlo brujos… el caso es que esas personas, nosotros, tenemos capacidades que otras no tienen, como la magia o una especie de inmortalidad.
-         ¿Inmortalidad? Lo de la magia ya cuesta de creer pero lo de la inmortalidad… eso es imposible.
-         No es inmortalidad tal y como piensas, estilo películas de vampiros- dijo Valerie- no, se trata mas bien de lo que los católicos llaman ir al cielo, como la vida después de la muerte.
La miré perpleja.
-          Haber… no estamos muertos, haber si me explico, quiero decir que nosotros ya vivimos y cumplimos nuestro destino, nuestro sino, y después de ello morimos, pero nuestra alma renació de nuevo y en esta vida, la ultima, somos inmortales, ya no morimos.
-          ¿Entonces has vivido antes? ¿En otro siglo? ¿Pero como…?
-          Sí, nosotros tras cumplir nuestro sino volvemos a nacer pero en verdad es como si no hubiéramos muerto, pues lo recordamos todo, la única diferencia es que nacemos en otra época, en otra familia, con otros conocidos.
-          Estas diciendo… que Alice, Daniel… ¿en tu otra vida no fueron tus hermanos?
-          No y si, fuimos de la misma familia, claro esta, pero Richard, por ejemplo era mi tío y no mi padre. Los lazos de sangre cambian, pero las familias permanecen.
Asentí. Todo aquello parecía la trama de una película de ciencia-ficción de esas que echan los domingos por la noche.
-          No es raro que tu madre se haya casado con mi padre, la ramas Van Harse  y Venere siempre han estado unidas.
-          Pero mi madre no es una Venere… ella se apellida Smith- le aclaré.
-          Ya, tu madre es mortal, humana, pero tú no, por eso es lógico que hayas acabado con nosotros, si no te hubieras acabado volviendo loca sin ninguna explicación respecto a tus extraños poderes.
-          ¿Tu padre se casó con mi madre solo para… para… ayudarme?- me mordí el labio.
-          Tu madre es una mujer excepcional…- Valerie bajo la vista, intentando no decir una respuesta afirmativa a mi pregunta, a sabiendas de que eso sería mentir- pero ese no es el asunto, tienes mucho que aprender antes de mañana.
-          ¿Mañana? ¿Qué pasa mañana?
-          Que empiezan las clases seriamente- Valerie dijo lo evidente- y las clases normales se complementa con las mágicas.
-          ¿Mágicas?
-          ¡Claro! Hay que potenciar nuestros poderes.
En cualquier momento esperaba que sonara mi despertador con forma de rana y me hiciera despertar de todo aquello, de todo aquello que parecía un sueño.
-          Haber si me ha quedado claro- dije- en la primera vida los brujos cumple con su destino y luego mueren, y al renacer se convierten en inmortales y recuerdan todo de su anterior vida. ¿no?
-          Sí.
-          ¿Y la magia?
-          Pff.. esa historia es muy larga, se remonta al principio de los tiempos, ya te la mandaran estudiar tu tranquila, ahora practiquemos un poco.
-          ¿Practicar?
-          No querrás hacer el ridículo tu primer día de clase ¿verdad?
Negué con la cabeza.
* * *
De nuevo no podía dormir, así que me escurrí hasta la cama de Valerie.
-          ¿Estas despierta?- susurré.
-          Sí, ¿Qué pasa?
-          No puedo dormir.
-          Ven, metete dentro, hace frio- dijo, haciéndome hueco en su cama.
Me metí dentro y me tapé con la colcha.
-          Valerie… ¿Dónde viviste? Quiero decir… antes de esta vida.
-          En Francia, cerca de lo que hoy en día conocemos como Montpellier, mi padre era dueño de un rico ducado. Era una vida feliz, se valoraba mas lo que teníamos y la vida en sí. No como ahora. Daniel y Jack eran caballeros del rey ¿sabes? Se protegían las espaldas el uno al otro, eran más que hermanos. Echo de menos verlos así.
-          ¿Qué paso entre ellos? ¿Por qué ahora se llevan mal?
-          Se pelearon por una chica- dijo Valerie- por una estúpida niñata, no sabes cuánto la odio.
-          Pero eso fue hace… ¿Cuánto? ¿200 años? Ya deberían haberlo olvidado…
-          En realidad fue  hace como 500 años, alrededor de 1698- Valerie me miró a los ojos- y cuando es amor verdadero nunca se olvida- su voz sonó amarga.
Hice una mueca bajo la manta, a pesar de tener dieciséis años Valerie había pasado por muchas cosas.
-          Yo no recuerdo ninguna otra vida…- susurré.
-          Aún no has cumplido los dieciséis y teniendo en cuenta que tu padre hizo un conjuro en tu memoria lo mas probable es que empiezas a tener flashbacks de tu vida anterior dentro de poco- dijo Valerie- o sino es que esta es tu primera vida.
Nos quedamos un rato en silencio. Oía la leve respiración de mi hermanastra que estaba a escasos centímetros de mí. Ahora entendía porque Jack decía que él no podía morir, era inmortal, como Valerie, Richard, Alice, Daniel. Me sentía engañada, pero sobretodo por mi madre, ella no sabía nada al respecto, estaba viviendo una mentira. Una mentira glamurosa, eso sí.
-          ¿Valerie?
-          ¿Hmmm?
-          A veces… a veces tengo visiones.
Valerie se giró de golpe y me observó de hito a hito, sus negros ojos parecían salirse de las orbitas por la impresión.
-          Cuéntamelas.
-          No… no las recuerdos- me aclaré la garganta- después de tenerlas se me olvidan.
Ahora era Valerie la que me miraba sorprendida.
-          Después de tenerlas se me olvidan- repetí- y luego me empieza a doler de una manera horrible la cabeza y a veces me pica la muñeca…
-          Que raro…-murmuró Valerie.
Genial, ahora tenía una anomalía, como si ser bruja ya no lo fuera. No le bastaba con que descubriera que había mas gente como yo de sopetón, ni que utilizaran a mi madre solo para ayudarme, ahora también era una rareza dentro de los brujos, ¿Qué había hecho en otra vida para merecer esto? Me reí por dentro, ante ese último pensamiento.
-          No le digas a nadie esto que te pasa ¿vale?
-          ¿Por?
-          Hazme caso, será mejor así.
-          Vale- me encogí de hombros- ¿Valerie?
-          ¿Sí?
-          Si da el caso de que esta es mi primera vida… ¿Qué me pasara?
-          No creo que sea tu primera vida, lo mas probable es que esas visiones sean recuerdos y los fuertes dolores de cabeza y el hecho de que los olvides nada mas tenerlas, sea un efecto del hechizo de tu padre- Valerie se removió bajo las sabanas- y si se diera el caso de que fuera tu primera vida no pasaría absolutamente nada. Cumplirías tu destino y luego morirías.
-          ¿Y si mueres sin cumplir tu destino?
-          Eso es imposible, Lisbeth- su voz sonó como siempre, sin embargo, no la creí.
-          ¿Cuál era tu destino?- pregunté, sentía muchísima curiosidad por saber todo lo posible acerca de los destinos y todo lo que tuviera que ver con ellos.
-          Heredar el ducado de papá.
Me reí.
-          No te rías, Lis- mi hermanastra me pegó un codazo bajo la colcha, soltando unas risitas- puede que ahora te parezca ridículo pero en aquella época era algo inédito y mas teniendo en cuenta de que era la menor de dos hermanos varones.
-          Así que fuiste una duquesa- dije- pues suena bien eh, La Duquesa Valerie Van Harse- reí.
-          Suena bien, pero por aquel entonces me llamaban Amalia.
-          ¿Amalia? ¿Pero ese no es tu segundo nombre?
-          Nuestros segundos nombres en realidad son nuestros primeros, Alice antes era Victora y Cinthia se llamaba Fatima.
Ahora me sentí a un mas decepcionada por no tener un “segundo” nombre.
De repente el nombre Henry me vino a la mente, dibujándose sin reparo alguno en mi cerebro. Jack había dicho: cuando tu eras Carolina y yo Henry…
Sin pensármelo dos veces le pregunté a Valerie:
-          ¿Y como se llamaba Jack?- me miró extrañada- ¿Y Daniel?- añadí por si las moscas.
-          Jack era Henry- una sonrisa se dibujó en su rostro al pronunciar su nombre. Por un momento la odie.- Y Daniel se llamaba Charles.
Una punzada en el corazón. Aguda pero firme, como la clavada de un puñal. Me encogí destapándome sin querer de las mantas azules que me envolvían.
Charles, ese nombre hacia que mi corazón se desbocara casi tan rápido como lo hacia el nombre de Henry.
-          ¿Y hay alguien que haya tenido mas de dos vidas?
La mirada de Valerie se ennegreció aun mas. Por un momento me dio incluso miedo.
-          Será mejor que nos durmamos ya, mañana será un día largo y por hoy ya tienes suficiente información- su voz había cambiado por completo- Buenas noches, Lisbeth.
-          Bu..buenas noches.- tartamudeé de camino a mi cama.

sábado, 25 de febrero de 2012

Capitulo 12.


Frente a nosotras se hallaba una puerta de roble de la cual colgaba una placa de un color verde muy oscuro, con letra blanca y una caligrafía preciosa en la que se podía leer:
“Alice Victoria Van Harse.
Valerie Amalia Van Harse
Cinthia Fátima Sparks.
Elisabetta Venere:”
Reconozco que me sentí fuera de lugar por el tonto hecho de que ellas tenían dos nombres y yo solo uno. Bah, tonterías.
Martha abrió la puerta, se despidió y entró en la habitación de al lado, la suya. Me hubiera gustado compartir habitación con ella, pero la idea de estar con Valerie no me desagradaba, y Cinthia me había caído muy bien. Y Alice... bueno, Alice era Alice.
Era mucho mas gran de lo que pensaba. Las camas eran grandes y mullidas, con colchas de color celeste y blanco. Los armarios eran de madera blanca, al igual que el escritorio y las sillas. El sofá parecía la mar de cómodo. Sentada sobre una cama, que tenía a sus pies un baúl blanco como en todas las demás, se encontraba Cinthia con el portátil sobre las piernas. Alice leía un libro sentada en el sofá. Y no había ni rastro de Valerie.
-          Hola- saludé con una sonrisa.
-          ¡Hola, Lisbeth!- me saludó con una sonrisa Cinthia- mira, esa es tu cama- señaló una cama, la más cercana a la gran ventana. Me gustó.
-          Ah, vale, gracias- me dirigí a la cama- ¿y mis maletas?
-          Ya las han subido y han guardado tu ropa- dijo despreocupadamente Cinthia- han dejado tu equipaje de mano en el baúl.
Abrí el baúl que llevaba mis iniciales en letras doradas, dentro había mi maletita de mano. La saqué y la coloqué sobre la cama. La abrí y comencé a colocar mis cosas en mi mesita de noche. Mi despertador con forma de rana, mi marco de fotos digital de pequeño tamaño, mi libretita… ¡¿Dónde estaba mi portátil?! ¡Mierda, mierda, mierda, mierda! Rebusqué aún mas por la maletita, ni rastro de él. Incluso miré dentro de mi neceser a sabiendas de que no cabía si quiera.
-          ¡Mierda!- gruñí.
-          ¿Qué pasa?
-          ¡Mi portátil! Me lo he dejado en casa…- me lamenté.
-          No pasa nada, llama para que te lo traigan- sonrió Cinthia- y mientras tanto puedes usar el mío.
-          Gracias, enserio.
Alice levantó un momento la vista de su libro pero enseguida la volvió a bajar. Me resultaba extraño que no hiciera ninguno de sus estúpidos comentarios o que no se estuviera quejando por alguna chorrada.
-          ¿Dónde esta el baño?- pregunté, no me había mirado en ningún espejo desde que habíamos llegado y de eso ya hacia horas.
-          Esa puerta, ah, por cierto- Cinthia señaló una puerta blanca- lo compartimos con las de la habitación 38.
-          Vale, 38, compartir- me dije mas para mi misma que para ella.
-          Un baño cada dos habitaciones- aclaró Cinthia.
Cogí mi neceser y entré en el baño. Era casi como la habitación de grande y estaba decorado con diversos pececitos de colores. Era divertido y alegre. Había un gran lavabo con un enorme espejo sobre él y cuatro aseos. Me recordó a los vestuarios de la piscina de natación, sobretodo su gran ducha con las ocho dependencias. Me miré en el espejo, tenía el cabello despeinado y la raya del ojo un poco corrida. La chaqueta de chándal estaba arrugada a causa de haber estado sentada durante un largo trayecto. Suspiré. Me daba rabia haber estado así en mi encuentro con Jack. Quería estar guapa, estar arreglada, cuando él me viera. Saqué el cepillo y comencé a desenredarme la melena, que caía, cual cascada, sobre mi espalda con sus múltiples ondas. Me hice un moño alto de bailarina y me limpie el resto de maquillaje con una toallita. A través del espejo vi como una chica, oculta tras varias toallas, entraba en el baño. Solo se veía su cuerpo menudo y sus trenzas rubias. Sin ver su rostro supe que era Wendy.
-          ¡Hola, Wendy!- saludé.
-          ¡Hola!- Wendy dejó las toallas sobre un armario- ¡no me digas que eres una de las de la 37!
37, 38… debía de referirse a las habitaciones.
-          Sí, ¿estás en la 38?
-          Ajá, con Greta y Martha- abrió una puerta y metió dentro las toallas- y con Helena.
-          ¿Helena?
-          Sí, es la prima de Martha- dijo Wendy mientras cerraba la puerta del armario.
Asentí. Me acerqué a la papelera y tiré la toallita usada.
-          ¿Te vas a duchar?- me dijo Wen, mientras se quitaba los calcetines- si es así ¡me pido elegir sintonía!
-          ¿Sintonía?
-          Sí, la ducha tiene radio- me aclaró Wen- y también se puede conectar el Ipod o Mp3.
-          Ah, que guay- sonreí- pero no, me duchare por la noche, después de cenar.
-          No te lo aconsejo, a no ser que te guste ducharte con agua helada.
Mire interrogativa a Wendy, que se disponía a deshacerse las trenzas y quitarse los pendientes.
-          Quitan el agua caliente después de cenar, es su manera de asegurarse de que seguimos las normas- dejó las gomas sobre una cajonera blanca en la que con letras rojas se leía “Wendy”- después de las diez, agua congelada, solo apta para valientes.
Me acerqué curiosa a la cajonera de colores. También había una con mi nombre.
-          Es para dejar dentro tus cosas, ya sabes, peine, maquillaje y demás- Wendy se quitó la falda.
-          Pensándolo mejor me ducho ahora, el agua helada será todo lo buena para la circulación que tu quieras pero la prefiero calentita, la verdad.
Wendy me sonrió y se terminó de desnudar.
* * *
Yo: ¡Es enorme! Y esta chulísimo, pero te hecho de menos.
Cris: Me alegro de que te guste J Yo también te hecho de menos L
Yo: Iré algún fin de semana a casa, no me pueden obligar a quedarme aquí los 365 días del año.
Cris: Y si lo hacen, sabes que estoy dispuesta a secuestrarte ;)
Yo: jajajaa no es tan mala idea.
Cris: ¿Y qué? ¿Hay mucho tío bueno?
Yo: Por lo que he visto hasta ahora bastante jaja
Cris: Pues ya sabes, pillina ;)
Yo: ¿y tu que? Mañana empiezas… le volverás a ver.
Cris: Sí, y él vera lo feliz que estoy y lo bien que me las arreglo sin él.
-          ¡Lisbeth! ¡Hay que ir a cenar!- dijo Valerie.
Yo: Cris, lo siento, me tengo que ir. Ya hablamos, te amo♥
Cerré la pantalla del portátil de Cinthia y  lo dejé sobre la mesita. Me puse en pie.
-          Alice y Cin ya han bajado, venga vamos, tardona- me dijo mi hermanastra- no querrás comerte la cena fría.
-          No, claro que no- dije, salimos de la habitación- Valerie…
-          ¿Hmmm?
-          ¿Lo de mañana sigue en pie?
-          ¡Tss! Claro, pero no digas nada- Valerie me hizo callar chistándome mientras colocaba su dedo índice sobre sus gruesos y rosados labios.
-          Vale, vale- dije- después de clase en el armario de… ¿Dónde era?
-          De la salita del tercer piso- Valerie puso los ojos en blanco.
-          ¿Qué? Tengo memoria de pez.
Valerie comenzó a reír mientras entrabamos en el gran comedor. Nos sentamos junto a Alice, Cinthia y tres chicos (que no tenían desperdicio alguno) que yo no conocía.
Minutos después, llegó Daniel y tomó asiento a mi lado. No vi a Jack por ningún lado.
* * *
No podía dejar de dar vueltas en la cama. Me era extraña, desconocida. Sus frías sabanas se enrollaban en mis tobillos y la luz de la luna se colaba por la ventana que estaba justo a mi lado. Siempre me había costado dormir en casa ajena, y el Buchiller no iba a ser la excepción. Ya me acabaría acostumbrando. Miré el reloj de mi mesita, marcaba las 3:47. Genial, mañana tendría ojeras. Nada mejor para empezar un primer día de clases ¿verdad?
Me levanté y cogí una chaquetita del armario, sin pensármelo dos veces salí de puntillas y sin hacer ruido de la habitación. No esperaba encontrarme con nadie a esas horas por los oscuros y largos pasillos del Buchiller, así que no me importaba llevar puesto mi pantalón de pijama blanco con manchas de vaca. Bajé por la gran escalinata y salí por la puerta, me sorprendió no verla cerrada. Arrugue los dedos de los pies al notar bajo mis descalzas plantas el rocío en la hierba. Debía haberme calzado, pero no iba a subir de nuevo a la habitación, a riesgo de despertar a alguna de mis compañeras. Así que descalza y con mi pijama de vaquitas fui directa al bosque. En un acto reflejo, sin pensármelo dos veces, como en un impulso sentí la necesidad de ir hacia allí. Ya de lejos vislumbré una sombra junto al arroyo, cerca del puente. No quería que me descubrieran, no tenía la certeza de que fuera contra las normas, pero lo mas seguro era que así fuera, así que me escondí detrás de unos matorrales. Vi como la sombra cargaba unas rocas y las ataba a una cuerda. No podía verlo bien a pesar de que mis ojos ya se habían acostumbrado a la oscuridad de la noche, así que me acerque aun mas. Pise una rama y la partí por la mitad. Mierda. Pero la sombra no parecía darse cuenta, seguí caminando, acercándome un poco mas y me escondí tras el enorme tronco de un olmo. Era un chico. De amplias espaldas y pelo espeso, rubio. Se anudó la cuerda al tobillo y acto seguido lanzó la gran roca al arroyo. El chico me miró con sus dorados ojos antes de arrojarse al arroyo, tras la roca. Pretendía.. pretendía.. ahogarse. Ahogué un grito antes de comenzar a correr hacia el arroyo, sin pensármelo dos veces me sumergí en él. Me sorprendió su gran profundidad, tal vez aquellas aguas tuvieran mas de lago o laguna que de arroyo. El agua nunca me había escocido ni molestado en los ojos, desde pequeña había buceado sin gafas de bucear. Noté como las aguas nadaban en contra mía mientras me sumergía mas y mas en sus profundidades. Nadé con todas mis fuerzas y mas rápido de lo que nunca lo había hecho, ni siquiera había nadado con tanto ímpetu cuando gané el campeonato de natación. Lo que me motivaba a no sentir siquiera el esfuerzo, a no conocer el cansancio ni el dolor en las piernas, era mas fuerte que las ganas  de ganar, de ser la mejor en un deporte que me gustaba. Era una fuerza mayor. Porque en el fondo de mi ser sabía que aquella sombra, que aquel muchacho, era Jack. Mi Jack. Comenzaba a quedarme sin aire cuando lo vislumbré hundiéndose hacia el fondo, hice ainco de mis fuerzas y nadé aun mas deprisa, si eso era posible. Lo alcancé y lo abracé, reteniéndole junto a mí. La piedra nos arrastró a los dos hacia la oscuridad. La vista se me comenzaba a nublar y los pulmones a hinchárseme pero no le iba a abandonar allí. Desaté su tobillo y lo agarré arrastrándolo hacia arriba, hacia la luz parpadeante de las estrellas. Pero la salida de aquel infierno acuoso parecía no tener fin, me ahogaba en mi propia garganta y cada vez el cuerpo inerte de Jack me pesaba mas y mas. Hice acopio de mis fuerzas y agité los pies con energía. Pero la luz seguía estando muy lejos.
Pegué una grandísima bocanada de aire cuando por fin saqué la cabeza de entre las aguas del arroyo, arrastré a Jack hacia la orilla, sacando fuerzas de donde ya no me quedaban. Lo saqué afuera, me situé junto a él. Apoyé la cabeza sobre su pecho. Su corazón no parecía latir. Le llevé los dedos al cuello. No tenia pulsación. Me negaba a creer que hubiera muerto, que se hubiera suicidado. Presioné su tórax, cogí aire, y se lo introduje en la boca, practicándole un boca-boca improvisado. Tenía los labios mojados, sensuales. Hubiera dado lo que fuera por que me besara con ellos, pero ahora no era momento de pensar en ello. Volví a presionar su tenso y liso pecho. El alivió se apoderó de mi rostro al ver escupía agua y daba una gran bocanada de aire. Entreabrió los ojos, pero enseguida los volvió a cerrar.
-          ¡Oh, Jack! ¡Por favor! ¡Despierta, por favor! ¡No te mueras!- exclamé.
Desee con todas mis fuerzas que abriera sus grandes y dorados ojos, ver de nuevo su atlético torso subir y bajar por los imperceptibles latidos de su corazón. Pero no, nada de eso ocurrió. Tosió y tosió pero no volvió en sí.
Le abracé y comencé a llorar, a llorar de pura impotencia. Si me hubiera acercado antes, si hubiera evitado que se hubiera intentado suicidar ahora no estaría muerto. O apunto de estarlo.
-          ¡Jack! ¡Por favor!-gimoteé.
Abracé su cuerpo mojado. Tenía la fina camiseta blanca ahogada en agua y pegada a su piel, dejando paso a la imaginación de su tableta de chocolate. Me aferré a él.
-          Jack…-murmuré en un último aliento de esperanza.
Cerré los ojos, negando la realidad. Ya ni tosía, ya ni siquiera tenia atisbos de esperanza en su pulso. Nos dejamos atrapar por la oscuridad de la noche.
-          Elisabetta…
Su voz alteró mi corazón, haciéndome volver en mi. ¿Cómo era posible? Él.. él… estaba muerto ¿no?
-          Mi Elisabetta…- deliró Jack- quiero morir… déjame morir…
-          ¡¿Qué?! ¡No digas eso! ¡No puedes morir!- zarandeé su cuerpo.
-          No puedo vivir… no quiero… no quiero volver  a pasar por lo mismo.
-          ¿De que hablas?
-          No quiero… volver a ser la causa de tu muerte…
No entendía nada. Jack estaba delirando eso estaba claro. Las personas tras pasar una experiencia cercana a la muerte deliraban ¿no? Porque lo que decía no tenía ningún sentido… a pesar de que mi corazón me dijera lo contrario.
-          Jack, por favor…
-          Perdóname, por favor, perdóname el haber sido el culpable de tu muerte…
-          No estoy muerta, Jack, no eres el culpable de nada.
-          Pero lo estuviste.
-          ¿Qué?
-          Cuando tu eras Carolina y yo Henry…
Abrí los ojos de par en par. Henry. Ese nombre… ese nombre me sonaba de algo.
-          Cuando no llegaste a cumplir tu destino porque decidiste estar conmigo… por mi culpa… por mi culpa arruinaste tu vida, por mi culpa moriste antes de llevar acabo tu sino…
-          Jack, por favor, basta, son todo imaginaciones tuyas, yo nunca he sido ninguna Carolina, mi nombre es Elisabetta y tu eres Jack solo Jack, nunca me has arruinado la vida, nunca me has llevado a la muerte.
Jack abrió los ojos de par en par y pareció volver en sí. Se medio incorporó apoyando los codos.
-          Lis… ¿Qué haces aquí?
Por fin era él de nuevo. Lo abracé sin pensármelo dos veces.
-          ¡Oh, Jack! ¡Eres tu!
-          Claro que soy yo, ¿Quién si no?
Me refugié en su abrazo.
-          ¿Estas bien? ¿Puedes respirar con normalidad? Sera mejor que vayamos a un hospital..  o al menos a la enfermería. ¡Me alegro tanto de que no estes muerto! Venga vamos, al hospital.. si.. será lo mejor…- comencé a hablar sin parar de lo nerviosa que estaba, apenas respiré entre palabra y palabra.
-          Calma, chica, calma, estoy bien, no moriré.
-          ¡Pero has estado apunto!
-          Pero no lo he hecho- sus ojos mostraron un atisbo de decepción.
-          Jack… ¿Por qué quieres morir?
-          Porque es la segunda cosa que no puedo tener en el mundo.
Le miré, confundida.
-          No puedo morir, al igual que jamás podre estar contigo.
-          ¿Por qué?
-          Porque no es nuestro destino.
-          Te dije que no creía en el destino.
Jack sonrió.
-          Sera mejor que nos vayamos, empieza a hacer frio y estamos empapados, no creo que quieras pillar una pulmonía.- Jack se puso en pie.
Me tendió la mano, se la acepte y en un visto y no visto me encontré junto a él.
Me abrazó por la cintura y yo sentí que me derretía, a pesar del frio que tenía.