jueves, 23 de febrero de 2012

Capitulo 11.

Me giré asustada, no esperaba oír a nadie gritar, la verdad. Sin que pudiera evitarlo una sonrisa se dibujó en mi rostro al verle allí. Jack. Era Jack.
-          ¿Qué pasa?- pregunté.
-          No te metas dentro de la cascada, tonta, eso no se debe hacer- dijo Jack mientras negaba con la cabeza.
-          ¿Por?- pregunté, haciendo como si no hubiera oído lo de “tonta”, aunque, apunto estuve de fulminarle con la mirada.
-          No lo hagas y punto.
Arrugué la frente.
-          ¡Jack! Eso no es razón- me queje, como una niña pequeña y estúpida, y me crucé de brazos.
-          No me seas cría, Lis- Jack se acercó a mí.
Resoplé. Sabía que él tenía razón, pero no podía evitar comportarme así, me sacaba de mis casillas. Un día gilipollas, al otro tierno, al siguiente tierno, pero luego de nuevo gilipollas… era exasperante.
Nos quedamos unos segundos en silencio, mirándonos directamente a los ojos. Me perdí en los suyos.
-          Me encanta este lugar- dijo Jack.
-          Es muy bonito.
Jack asintió y desvió la mirada al cielo.
-          Pide un deseo.
-          ¿Qué?
-          Las estrellas- dijo Jack, cogiéndome de la mano- dan buena suerte.
Miré el cielo y cerré los ojos. Iba a desear cualquier gilipollez, del estilo “volver a mi viejo instituto” o “Que esta noche haiga pizza para cenar”, pero sin embargo un solo pensamiento cruzo mi mente: “Estar siempre con Jack”.
No, Elisabetta, no, recuerda que Jack NO te gusta, que es un inmaduro, un sabiondo, un gilipollas, un engreído… me dije a mi misma. Sí, se me daba bien mentirme a mí misma.
Jack sonrió.
-          Tu deseo se cumplirá- me dijo.
Le miré sorprendida mientras me sonrojaba levemente.
-          ¿Qué hay al otro lado, Jack?- cambie de tema, no quería ni imaginarme que supiera lo que había deseado.
-          Mi lugar favorito en el mundo- respondió con anhelo él.
-          Llévame- susurre, casi sin pensar.
-          Algún día lo hare, Lis, te lo prometo.
Se acercó más y mas a mí, su aroma me invadió. Desee besarlo, que me estrechara entre sus brazos. Dos centímetros. Un centímetro. Escasos milímetros. Me puse de puntillas.
-          ¡Jack, estas aquí!- dijo una voz a tras nuestra.
Nos giramos inmediatamente. Yo ruborizada y él como si no hubiera estado a punto de ocurrir nada entre nosotros. Genial. ¿Qué había estado a punto de pasar exactamente? Era Jack, Jack. Sí, estaba buenísimo, pero no, no debía querer estar con él. Aunque, pensándolo mejor ¿Qué me lo impedía?
-          Gordon te esta buscando- aclaró Martha.
Podías haber tardado un poco más, martita, solo unos segundos…, pensé con resignación.
-          Ok, ahora bajo- se alejó de mí- nos vemos luego.
Una última mirada y desapareció de mi vista.
-          Ven, te enseñare el Buchiller- Martha me cogió del brazo- por cierto, ¿Qué te traes con Jack Van Harse? Quitando que es tu primastro, o como se diga.
-          Nada, me cae bien, solo eso- me encogí de hombros, tratando de sonar lo mas despreocupada posible.
Bajamos las escaleras y salimos del interior de la cascada. El sol ya no brillaba tanto, ya era bien entrada la tarde.
-          Aa, bueno, te recomiendo que no te enamores de él.
-          ¿Por?- ¿quien se creía? ¿estaba ella enamorada de él? Y si, acababa de tener un ataque de celos estúpido.
-          Uno: por que Daniel se enfadaría contigo- Martha enumeró con los dedos- Dos: porque enamorarse de Jack no es para nada original aquí. Y tres: esta lo de Valerie, tu hermanastra.
Daniel se enfadaría, eso estaba claro, pero supongo que se le acabaría pasando. Y lo de que no era original enamorarse de él… saltaba a la vista, vamos, solo había que verlo para saber que mas de medio Buchiller estaría por él. Y lo de Valerie… ¡¿Qué de Valerie?!
-          Vale, y tranquila que no me mola, es demasiado arrogante para mí.
-          No es para nada arrogante, cielo, es una buenísima persona.
-          No, guapa, no, conmigo se comporto de un arrogante que flipas cuando le conocí- le expliqué.
-          Pues será contigo, porque con las demás es una maravilla de chico.
Entramos por la enorme puerta de entrada. Me sentí intimidada al ver que los ojos de los leones del tirador me miraban directamente.
Me encogí de hombros.
-          Bueno, da lo mismo, ¿y que es lo de Valerie?- pregunté sin poder evitar parecer demasiado curiosa.
Nos acercamos al corcho, donde estaban las noticias y bla bla bla.
-          Oh, nada, importante, tuvieron un rollo raro por lo que sé- dijo despreocupadamente Martha- nadie sabe muy bien lo que pasó entre ellos.
Que raro, ya le preguntaría a Valerie.
-          Mira- Martha señaló el gran planol- aquí te lo explica todo muy bien, aunque si no entiendes algo, luego te llevo y te lo enseñó.
Asentí.
-          Aquí esta la sala de estar, otra sala, la piscina cubierta, aunque afuera esta la descubierta, junto al gimnasio, luego aquí las aulas, el despacho, dirección, secretaria… y demás… luego arriba a la izquierda habitaciones femeninas y a la derecha masculinas, en el otro piso la de los profesores…- Martha señalaba conforme decía el planol y sus diferentes estancias.
Dejé de escucharla. La historia esa de Valerie y Jack me había absorbido completamente la mente. Jack y Valerie, Valerie y Jack… eran primos, no podía haber pasado nada entre ellos… ¿o si? Bff…
-          Ven, te enseñare el gimnasio y la sala de estar, y luego iremos al piso de arriba.

* * *

-          Tome, es un regalo de bienvenida- la directora, aquella mujer del moño y sin pizca de arrugas que había dado el discurso de bienvenida, me entregó una cajita aterciopelada- de parte del señor Van Harse. Me pidió que se lo diera.
Asentí sorprendida. Cogí la cajita que me entregaba. La directora me instó con la mirada a que la abriera. No quería hacerle ningún feo a aquella señora que me imponía tanto, así que abrí la cajita. Guardaba en su interior una precioso collar de color dorado, sin lugar a dudas era de oro y mas conociendo a los Van Harse. La cadenita era finísima y colgaba de ella una bonita hadita que tenía incrustados en el vestido y las alas minúsculos diamantitos. Estaba perfectamente elaborada y se apreciaban lo detalles con gran facilidad. Era hermosa. Sin dudarlo ni un segundo me lo puse. Se acomodaba perfectamente entre los huesos de mis hombros y mi fino cuello.
-          Muy bonito, ¿no le parece?- preguntó con una extraña sonrisa la directora Cornelia.
-          Mucho- susurré.
Cerré la cajita y la puse sobre mi regazo.
-          Haber, déjeme ver sus manos.
Me revolví incomoda en el sillón de terciopelo azulado en el que me encontraba sentada. De pronto me sentí observada, no solo por los azules, casi blancos, inquisidores ojos de la directora Cornelia, sino por todo lo que me rodeaba. Desde la cabeza de alce colgada de la pared, hasta la escultura grecorromana que había en una esquina, pasando por la alegre maceta con geranios blancos.
Le tendí mis manos. Las acogió entre las suyas. Las tenía frías, muy frías. Estuvo observando mis manos durante unos minutos, después un gesto de alivio cruzó su bonito rostro. Acto seguido volvió a su gesto glacial, al que ya me había acostumbrado.
-          Muy bien, señorita Van Harse…
-          Venere, me apellido Venere- la interrumpí.
Me miró desafiante y por un momento me sentí como un ratoncillo al que acorralaba un gato. Un gato con un impecable pelaje blanco. No debía haberla interrumpido, pero odiaba a horrores que no me llamaran por mi nombre real. Me mordí la lengua.
-          Venere- la directora tensó la mandíbula- si necesita cualquier cosa no dude en avisarme.
-          Así lo hare, gracias- dije lo mas educada que pude.
La directora Cornelia se levantó haciéndome entender que aquella extraña visita a su despacho ya había concluido. Imité su gesto y me dispuse a salir de su despacho. De espaldas a ella, sentí como la directora abría la boca para decirme algo mas. Pero de sus labios no sonó sonido alguno, así que abrí la puerta y salí de aquel infernal despacho.
Suspiré. Comencé a andar dirección a la sala de estar, donde me había dicho Martha que me esperaría, dispuesta a enseñarme mi habitación: el único lugar que le faltaba por enseñarme. El Buchiller era enorme, imponente y hermoso. Se definía perfectamente con esas tres palabras, no había más.
Apunto estaba de torcer a la izquierda, por una esquina, cuando caí en la cuenta de que no llevaba la cajita con terciopelo en la mano. Giré sobre mis talones y me dirigí de nuevo al despacho de la directora Cornelia.
Cuando llegué a la puerta esta estaba entre abierta. El corazón comenzó a acelerárseme cuando oí mi nombre de una voz conocida. La voz de Richard.
-          No hay de que preocuparse, no es ella- dijo la directora- es una alumna corriente mas, del montón bajo diría yo.
-          ¿Seguro?
-          Hazme caso, Richard, se reconocer a una hermana en cuanto la veo.
Me crucé con los glaciales ojos de la directora. En un acto reflejo llamé a la puerta, para disimular. No era plan que me pillaran espiando el primer día de instituto.
-          ¡Adelante!- dijo la directora.
Nerviosa di un paso al frente y entré al despacho. Mis ojos se toparon con los de un búho plateado que había sobre una mesita.
-          ¡Oh, hola, Lisbeth!- Richard sonrió.
-          Hola, Richard- me dio un beso en la mejilla- siento interrumpir, pero me deje la cajita de terciopelo…
-          Esta bien, no pasa nada, cógela.
Asentí y cogí la cajita, que descansaba sobre el mullido asiento. Richard se levantó.
-          Eh… adiós, ya me voy, gracias por todo, directora…- susurré.
Di media vuelta y me dirigí a la puerta.
-          Lis, espera, que me voy contigo.
Me pare en seco. Vi de soslayo como Richard le tendía la mano a la directora Cornelia.
-          Ha sido un placer, Richard, como siempre- dijo la directora- llámame en cuanto puedas.
-          Lo haré, Cornelia, no lo dudes- sonrió Richard- no vemos pronto.
Intercambiaron una mirada y acto seguido salí del despacho en compañía de mi padrastro.
No quería que el silencio se tornara incomodo así que opté por agradecerle el regalo, la verdad era que me encantaba el collar.
-          Muchas gracias por el collar, Richard, es precioso.
-          ¿Eh? ¿Qué collar, Lisbeth?
Señalé el collar que descansaba sobre mi marfileño cuello.
-          Sí que es bonito, pero no te lo he regalado yo- aclaró Richard.
-          ¿No? Pero… la directora me dijo que era regalo del señor Van Harse…- hice memoria. Había dicho señor Van Harse, ¿verdad?
-          El señor Van Harse es mi padre, aquí todo el mundo le llama así- me aclaró mi padrastro.
¿Gregorio Van Harse? ¿Haciéndome un regalo? ¡Sí no había cruzado mas de dos palabras con el! Y estas variaban del “Hola” al “adiós”.
-          Aaah..- asentí extrañada.
Giramos a la derecha, camino del recibidor.
-          ¿Te vas ya a casa?
-          Sí, solo he venido a aclarar unos asuntos con Cornelia, el yet me espera.
-          ¿Mamá no ha venido?- aún estaba enfada con ella pero la echaba de menos.
-          No, esta muy ocupada con el club de lectura, acaba de hacerse miembra.
¿Mi madre? ¿en un club de lectura? Eso si que no me lo creía. Disimule mi asombro como pude. Por que si algo estaba claro era que mi madre odiaba leer, bueno, si descartamos revistas del corazón y prensa rosa. Yo era como mi padre: ninguno de los dos podíamos dormir sin leer antes algún capitulo de un libro. En nuestras mesillas de noche siempre descansaba algún libro.
-          Cuando entraste la puerta estaba entreabierta…- empezó Richard- dime, ¿escuchaste algo?
-          No, llevaba los cascos puestos- me saqué el Ipod del bolsillo.
Richard dibujó una sonrisa de alivio en su apuesto rostro.
-          A bien bien, no está bien escuchar a hurtadillas.
Asentí.
-          Bueno, me voy, saluda de mi parte a Valerie y Alice- me dio otro beso en la mejilla- y a Daniel, por supuesto.
-          Claro- dije- adiós, Richard, ya nos veremos- sonreí.
-          Adios, Elisabetta.
Me encantó que me llamará por mi nombre completo. Elisabetta. Elisabetta. Elisabetta…
Richard salió por la gran puerta de la entrada y se perdió entre la espesura de los altos pinos.
Volví a guardarme el Ipod en el bolsillo. Me estaba convirtiendo en toda una profesional en cuanto a mentiras se refería. Sonreí para mis adentros. El móvil comenzó a vibrar. Lo saqué y pude leer en su pantalla parpadeante el nombre “Cris”. Abrí el sms.
Tuuuu!(: ¿Qué tal todo por allá? ¡Tenemos que hablar! Ya me contaras como son los chicos del Buchiller ee ;) ¡Querré detalles de todos los que te ligues! Yo empiezo mañana, pff.. odiosos lunes¬¬’ Conéctate a las 20:15, como siempre.
Tequiero♥
Respondí al mensaje y volví a guardar el móvil en el bolsillo de mi vaquero, no sabía si estaban permitidos en el centro. Daniel me había dicho que permitían tener el portátil dentro de las habitaciones… pero no había echo referencia a los móviles fuera de estas. Mire a los lados, por si alguien me había visto. Pero no, nadie parecía percatarse de lo que hacía.
Me dirigí hacia la sala, en busca de Martha. Sentí como unos ojos se clavaban en mi espalda. Me giré. No había nadie tras de mí. La sensación de que me observaban no cesó hasta que entré en la sala de estar.

3 comentarios:

  1. Me encanta es genial lo digo enserio me encanta sobretodo el principio y jo me e quedado con ganas de mas.Quiero el siguiente x q si no lo sabes es genial la historia;D

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  2. me encantaaa!! maldita martha, podria aber tardado un poco mas, solo un poco... ¬¬
    siguienteee prontoo porfaaa!!
    besitoooos! ;)

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  3. jajajaja no tardare en subiirlo, ya esta escrito solo falta corregirlo(:
    Gracias por lerme chias^^
    Besiitos♥

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