martes, 10 de abril de 2012

Capitulo 17.

Sonó el timbre y tapé el lienzo, que seguía de un blanco impoluto, con la sabana marrón. Valerie entrelazó su brazo con el mío de camino a las taquillas.
-          No se me ocurre que pintar- me lamenté.
-          Ya te vendrá la inspiración- dijo Valerie.
Abrí mi taquilla y guardé dentro el libro de arte.
-          ¿Qué toca?
-          Mmm… encantamientos, creo.
-          ¿Encantamientos?
-          Sí, tuvimos la primera clase antes de ayer pero faltaste- dijo Valerie- tranquila, le dije a Mrs. Kerrs que estabas mala.
-          Vale, gracias.
-          Tendrás que hacer las pruebas- dijo Valerie mientras sacaba un grueso tomo recubierto de terciopelo negro- encantamientos se divide en clase A, B y C. Según el nivel.
Asentí mientras cerraba la taquilla, puesto que yo  no tenía aquel tomo negro.
-          Mrs. Kerrs se multiplica y da las tres clases a la vez, en diferentes aulas- dijo Valerie- es una pasada.
-          ¿Y en cual nivel estas?
-          A- dijo Valerie- haber si con un poco de suerte estas conmigo- me sonrió.
Le sonreí, aunque dudaba de que así fuera. Yo no tenía ni idea de magia. Ni siquiera recordaba con claridad lo que me había enseñado mi padre.
-          ¿Dónde te metiste el martes después del descanso? – preguntó Valerie- ¿hiciste pellas?
-          Que va, fui a dar una vuelta y me entretuve- mentí.
Nos detuvimos ante un aula. La 123. La puerta estaba entreabierta. Entramos e hice una mueca en cuanto mi mirada se cruzó con  la de Sofía. Y para poner la guinda al pastel: a su lado estaba la rubia flacucha con un precioso y corto vestido ibicenco que resaltaba su bronceado que para colmo le quedaba de infarto. Me miré con disimulo en el reflejo del cristal: llevaba un short vaquero y una camiseta marinera que se ataba al cuello. Nada del otro mundo comparado con su precioso vestidito. O con la falda de volantes y flores de Sofía.
Una mujer alta y espigada entró en el aula. Era la mujer rubia de la montaña. ¿Era ella Mrs. Kerrs? Desde luego no era como me la imaginaba. Yo me imaginaba a una mujer vieja con arrugas y verrugas, el pelo largo, liso y blanco y con largos vestidos negros y no a una chica joven, rubia y con ninguna sola imperfección en su cutis, con pitillos estrechos y blusa blanca.
-          Buenos días, chicos- dijo Mrs. Kerrs- ¡Uy! tu debes de ser Elisabetta Venere ¿no?- dijo en cuanto reparó en mi presencia.
-          Sí, soy yo.
-          Valerie me dijo que te encontrabas mal- dijo la maestra- ¿Cómo estas ahora?
-          Mejor, gracias.
-          Bueno, me alegro de que estés aquí- me miró directamente a los ojos- tengo tres normas: Una- Nada de hablar de usted, que me hace sentir vieja. Dos- Nada de llegar tarde. Y Tres- Nada de usar encantamientos fuera del aula a no ser que sean deberes.
-          Em, vale- dije.
-          Y ahora, te haremos una prueba, ¿vale? Supongo que te habrán dicho que la clase se divide en A, B y C.
Asentí.
-          Empecemos por lo básico.
Al instante apareció una puerta frente a nosotras. Los demás alumnos habían tomado asiento en sus respectivos pupitres y observaban con atención la escena.
-          Ábrela, con magia, claro- dijo Mrs. Kerrs.
Suspiré. Miré hacia mis compañeros. Dereck me dirigió una mirada de animo. Sonreí para mis adentros y supe que era capaz de hacerlo. Me concentré en la puerta y entrecerré los ojos. Susurré mentalmente: “Ábrete, ábrete, ábrete”. In sofacto la puerta se abrió. Sonreí.
-          Vale, bien, bien- dijo la maestra- pasemos a otra cosa- hizo desaparecer la puerta- cambia de color la pizarra.
-          ¿De que color?
-          Cámbiala varias veces.
Asentí y por mi mente se cruzó aquel recuerdo mío y de mi padre, cuando cambiamos de color los peces de la bañera. Mi mirada se tornó nostálgica al recordarlo pero eso no me impidió que la pizarra se volviera lila, después roja, acto seguido pistacho y por ultimo de todos los colores del arco iris.
La maestra sonrió con satisfacción y volvió a pintar la pizarra de su verde oscuro original.
-          ¡Genial! Ahora, la ultima prueba, teletransportate a esa esquina de la aula- señaló la esquina antagonista de donde yo me encontraba- esto son los tres encantamientos básicos. La clase C la has pasado y la B también, si pasas esta prueba serás bienvenida a la clase A- sonrió la profesora.
Vale, genial, teletransportacion. ¿Cómo me iba a teletransportar? No tenia ni las mas mínima idea de cómo se hacía eso. Cerré los ojos y me concentre en hallar en algún rinconcito de mi mente algún recuerdo, alguna enseñanza de mi padre, pero nada. Nada de nada. Comencé a juguetear con el colgante en forma de hadita, nerviosa. Vi de soslayo como Sofía se reía de mí. Suspiré y concentre todas mis fuerzas en teletransportarme. Imagine que era ligera como una pluma, invisible como el aire. Cuando volví a abrir los ojos me encontraba en el otro extremo de la pizarra. 5 metros, y si llegaba. Había conseguido teletrasportarme cinco metros. Sofía, Alice y la rubia flacucha se rieron de mi. Dereck y Valerie las fulminaron con la mirada. Se lo agradecí de corazón.
La profesora me miro dubitativa. Me mordí el labio, muy nerviosa.
-          Bueno… se suponía que tenía que teletrasportarte al otro extremo… pero esta bien- dijo Mrs. Kerrs- puedes quedarte en la clase A, supongo que tus hermanas podrán ayudarte a mejorar, ya que compartís también habitación ¿no?
Asentí.
-          Siéntate ahí- Mrs. Kerrs señaló un pupitre vacío que estaba al lado de Valerie.
Tome asiento y cogí con gran agradecimiento el tomo negro que me ofreció Mrs. Kerrs. Sabía que no me merecía estar en aquella clase pero iba a hacer todo lo posible para demostrarles y demostrarme a mi misma que sí que lo merecía.
Después de la clase, tocaba el descanso, así que aproveche para bajar a la biblioteca en busca de algún libro sobre teletransportacion y sobre Bach, ya que nos habían mandado un trabajo sobre este compositor. Entré en la enorme biblioteca, era incluso mas grande que la de la casa de los Van Harse, y eso ya era decir. Miles y miles de altísimas hileras de estanterías repletas de libros de todos los tamaños y formas decoraban las paredes. En el centro había un circulo de lectura y en la planta superior mas y mas libros. Al final había unas mesas y sillas para estudiar, en las que se veían a dos alumnos haciendo deberes. Me acerqué al mostrador, tras el cual había una mujer cuarentona con el pelo corto y rizado de un rubio canoso. Llevaba gafas de media luna y con cordel. Vestía una blusa abotonada hasta el cuello de color amarillo de la cual prendía un camafeo y una falda de tubo color vino.
-          ¿Qué desea, señorita?- dijo con voz melosa.
-          Mmm... ¿tiene algún libro sobre Bach?- pregunté.
-          Las biografías están en el pasillo 9, sección D.
Pasillo 9, sección D, dije para mí con la intención de memorizarlo.
-          ¿Y los de teletransportacion?
-          En el piso de arriba están los libros de magia, y los de teletrasportancion, concretamente, en el pasillo 347, sección A.
-          Vale, muchas gracias- sonreí a la señora y me fui.
Gracias a los letreritos que colgaban de cada pasillo y por ente de cada sección, no tardé mucho en encontrar el pasillo 9 y por ergo la sección D. Pasé el dedo índice por los diferentes tomos, leyendo sus títulos: “Marie Curie”, “E. Rutherford” o “J. Dalton” fueron algunos de los nombres que leí. No, en esa fila solo había físicos y químicos. Me puse de puntillas para poder mirar cuatro filas por arriba. “Amadeus Mozart”, “Carl Orff” y “Paganini, el violinista del diablo”. Por fin músicos. Seguí mirando. Allí, en aquel tomo de color rojizo se podía leer en letras doradas: “Johan Sebastian Bach”. Pegué un saltito pero no llegué. Otro. Nada. Dos mas. Sin resultado. Busqué con la mirada una escalera para así poder llegar hasta el libro. Pero no vi ninguna. Genial. Entonces caí en la cuenta de que lo podía bajar con la mente. Claro, de algo tenía que servir ser una bruja ¿no? Me concentré en el libro, y, mentalmente, le ordené que bajara.
-          Para, Lis- dijo una persona tras de mí, me desconcertó y olvide el hechizo que estaba haciendo, la persona que estaba detrás de mí extendió una mano y cogió el libro- Anda, ten- me lo tendió.
Me giré y mi clara mirada se encontró con la oscuridad de la de Daniel.
Cogí el tomo y con la mandíbula apretada murmuré:
-          Gracias.
-          Esta prohibido hacer hechizos fuera de las aulas a no ser que sea de vida o muerte- dijo Daniel- y creo que Bach no lo es.
Puse los ojos en blanco y me alejé de él, camino de las escaleras.
-          Lis, oye, espera- me agarró del brazo y me detuvo.
-          ¿Qué quieres, Daniel? Tengo cosas que hacer antes de volver a las clases.
-          Quiero que me digas porque estas enfadada conmigo.
-          ¿Y aun lo preguntas?- dije con empatía- ¡Le pegaste una paliza de muerte a Jack!
-          No sabes nada.
Puse los ojos en blanco, di media vuelta y seguí mi camino.
-          No puedes estar toda tu vida enfadada conmigo, Lisbeth- su voz hizo que me detuviera.
-          Al menos lo intentaré- espeté.
Con un rápido movimiento se colocó a mi lado.
-          Venga, va, ¿me perdonas? Te juro que no le volveré a pegar una paliza a Jack, ¿vale? Aparte yo también recibí lo mio después de que te marcharas.
-          Mmm…- hice como si me lo pensaba.
-          Va, que estoy seguro de que necesitaras mis conocimientos sobre Johan para tu trabajo.
-          ¿Conocimientos sobre Johan?
-          Sí, fuimos amigos, se cosas de él que no ponen en ese libro- dijo Daniel, pegándole unos toquecitos al gordo tomo.
-          Hombre, no me vendría nada mal que me ayudaran…- me hice de rogar.
Daniel sonrió.
-          Te ayudare en todo lo que quieras
-          ¿Todo, todo?- me reí.
-          Mmm.. depende de que- rió Daniel- todo menos acompañarte de compras, odio ir de compras.
-          Vale, trato hecho- reí.
-          Entonces… ¿todo como antes? ¿Me perdonas por el codazo?
Asentí. Daniel me estrechó entre sus brazos.
-          Ya te echaba de menos, hermanita.
-          Y yo a ti- y cuando lo dije no mentía.
Puede que se hubiera comportado como un bruto animal despiadado pero era lo mas parecido a un hermano que tenía y, bueno, le quería.
-          ¿Sabes donde están los libros de teletransportacion? Me lo han dicho pero tengo memoria de pez- dije.
-          Arriba, pero… ¿para que los quieres? Si estas en la clase A, se supone que se te deben de dar de miedo.
Bajé la mirada, avergonzada.
-          No se teletransportarme… -murmuré.
-          Tranquila, yo te enseño- dijo con energía Daniel- pero no cojas ningún libro, solo rayan la cabeza, a andar se aprende caminando, pues a teletransportar se aprende intentándolo y no aprendiéndote de pe a pa la teoría.
Sonreí.
-          Gracias, hermanito.
-          Bah, no las des, así tengo escusa para pasar un rato contigo- sonrió Daniel.
En cuanto salíamos de la biblioteca sonó el timbre que indicaba el final del descanso. Entre el bullicio de gente divise a Jack. A Jack abrazándose con la rubia esa. Sentí como se me encogía el corazón.

5 comentarios:

  1. dios me encanta!! que mono daniel que le ayuda, y q putas sofia y la rubia esa, q se rien d ella...
    bueno me a encnatado jajaja espero el sigiente! :)

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  2. olaa, me encanta, cada día me encanta más la historia, enserio, esta historia engancha:)
    bss

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  3. Me encanta Mia y eso de la clase de arte y de encantamientos a molado sobretodo lo de las 3 pruebas de la clase de encantamientos y lo de Daniel q mono es un chico genial aunq sigo prefiriendo a Jack y Sofia y la rubita coincido con Laura en lo de q son putas un besazo guapixima me encanta la historia=)

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  4. me encanta, me encanta, me encanta!!! Que mono Danieel y que asqueroso es jack (aunque lo sigo prefiriendo) por estar con la guarra esa... estoy de acuerdo con laura y aora son unas putaas! besitoooos guapa0!! =D

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  5. jajajajajajja bueno, la verdad esque un poco putas si qque son :$
    graciias por leerme :D
    Besii♥

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