domingo, 22 de abril de 2012

Capitulo 19.

-          Esto da un poquito de… yuyu- dije, pasando nerviosamente las yemas de los dedos por el aterciopelado sillón- ¿seguro que podemos estar aquí?
-          Que sí, sabes que si no, no te hubiera traído- dijo Daniel, mientras dejaba caer su mochila al suelo, apoyada contra la pata de una mesa.
Me mordí el labio, nerviosa. No me gustaba el aspecto que tenía la biblioteca de noche.
-          Vamos, no me digas que te da miedo la oscuridad- dijo, Daniel, mientras encendía las luces correspondientes a ese espacio- ¿Lo ves? No hay mas que libros y mas libros.
Si, bueno, en eso tenía razón. Tragué saliva.
-          Vale, muy bien, ¿por donde empezamos?
Mi hermanastro colocó sus manos sobre mis hombros.
-          Por relajarte, no esperes teletrasportarte en ese estado- dijo Daniel- estas temblando.
Respiré hondo e intenté tranquilizarme.
-          Ahora vengo, ¿podrás quedarte sola aquí sin romper nada, no?
Puse los ojos en blanco.
-          Lo intentaré- dije con una sonrisa.
La idea de quedarme sola en la biblioteca no me gustaba lo mas mínimo, pero tampoco iba a salir corriendo tras Daniel como una niña pequeña. Tras ver desaparecer a mi hermano, decidí sentarme en el sillón, para ver si así me relajaba y las piernas dejaban de temblarme. Afuera, una de las tormentas mas escandalosas y retumbantes que había visto en mi vida, se desarrollaba. Los truenos sonaban con cólera, haciendo su brillante y tortuosa presencia en aquel cielo sin estrellas. Desde que tenía uso de razón, recordaba las noches de mis cumpleaños lluviosas, pero jamás las gotas habían caído con tanto énfasis. Después de que Valerie y Cinthia comieran bastantes pastelitos, acabando con casi todos ellos, pues yo no tenía apetito, nos habíamos ido a dormir. Bueno, ellas se habían ido a dormir, pues yo no podía conciliar el sueño, no podía mirar cada pocos segundos para comprobar que la pulsera siguiera en mi muñeca. Desde que la había visto las piernas me flaqueaban y estaba bastante nerviosa. Y el hecho de estar de madrugada, en una noche de tormenta, en una enorme biblioteca llena de estatuas grecolatinas y cuadros que te miraban fijamente no atribuía a que dejara de estarlo. Me levanté, cansada de estar sentada. Me paseé por la estancia, parándome a leer algunos títulos, con el fin de entretenerme. Un ruido sordo provocado por un rayo me hizo dar un respingo, me giré asustada, tropecé con la punta de la alfombra persa y me vi cayéndome de culo, pero antes de tocar el suelo me aferré a lo primero que vi: El busto de mármol blanco que había sobre el escritorio. Conseguí recomponerme enseguida del casihostion que había estado a punto de pegarme pero no de la sorpresa al oír crujir las maderas de la estantería que tenía enfrente. Comenzó a hundirse hacia dentro, dejándome ver su oscuro interior. La curiosidad fue mas fuerte que el miedo que sentía, pues no paraban de pasárseme por la cabeza flackbacs de películas de miedo donde había un pasadizo oculto tras una estantería que daba al laboratorio secreto de algún científico loco o a unas mazmorras subterráneas donde habían miles de pestilentes esqueletos, así que decidí entrar al interior de la estantería con paso titubeante. Al notar la arenilla bajo mis pies descalzos maldije no haber cogido las zapatillas cuando Daniel vino a buscarme, en mitad de la noche. Me clavé algunas piedrecitas pequeñas y ahogué los quejidos, pues parecía haber cierto eco en aquella oscuridad. Tanteé con la mano las paredes y camine insegura, hasta que el camino giraba a la derecha y ya se veía un foco de luz. Entrecerré los ojos y me dirigí hacia allí. La luz provenía de una vela de aceite que estaba ya medio consumida. Alguien estaba o debía de haber estado allí hacia poco, pues había algunos libros abiertos sobre la basta mesa de madera, al lado de la vela. Y debía de haberse ido con bastante prisa dado que ni siquiera se había molestado en apagar la llama. Me acerqué para poder ver mejor los tres libros que había abiertos, al lado de un montoncito agrupados de fino tamaño que estaban cerrados. Las páginas eran amarillentas y estaban arrugadas, la caligrafía estaba en cursiva y redondeada. El libro de la izquierda estaba repleto de nombres y fechas. Pasé la página: mas nombres y mas fechas. Me fijé en el libro del centro, parecía un diario.
“Segunda noche de la cuarta luna completa”, aparecía escrito, al lado del numero “12321, tercera.”
Me pasé un mechón delantero por detrás de la oreja, ya que no paraba de ponérseme delante, al inclinarme para leer mejor el libro.
“Ya llevamos varias semanas a bordo, y, para mi sorpresa, hace muy buen tiempo. El sol se pone temprano y cae muy tarde, dejando muy pocas horas de oscuridad y estrellas. Madre ya me ha dicho que el hijo del capitán está interesado en mí, que mi madre diga esto solo quiere decir una cosa: espera que yo también me interese por el hijo del capitán. Es un hombre joven, apuesto, de cabello moreno y ojos mas negros que la noche que me rodea en este momento, aquí, sentada en el palo mayor, sobre una red. Es muy inteligente. Me ha enseñado varios libros de astronomía. Pero por muy buen partido y gentil hombre que sea, mis pensamientos son cada vez mas profundos hacia el fregona. No me he atrevido aún a hablar con él. Una señorita de mi clase no debe hacer eso, pero si que, saltándome el protocolo, he intercambiado miradas y alguna que otra sonrisa con él. He oído que entró como polizón en el barco y le dejaron quedarse a cambio de que se encargará de fregar la cubierta y arreglar las redes. Dicen que es extranjero, y oí decir a una de las ayudantes de cocina, que cuando habla bebes los vientos por él. Sé que debo quitármelo de la cabeza y centrarme en el hijo del capitán”
La vela ya casi estaba consumida, así que pasé rápidamente las páginas, leyéndolas por encima. Me paré cuatro páginas más adelante:
“Hoy por fin me he atrevido a hablar con él…
Sentí la vibración en el bolsillo de la chaqueta que llevaba sobre el camisón. Saqué el móvil, y leí el nombre de “Daniel Van Harse” en su pantalla luminosa. Lo cogí.
-          ¿Dónde te has metido, Lisbeth?
-          Estoy en…
Mierda. La llamada se cortó. Con desesperación vi que no tenía cobertura. Apareció una rayita, dándome esperanzas. Pero enseguida volvió a desaparecer.
La vela acabó por consumirse del todo. Puse la linterna del móvil, mientras veía con resignación que me quedaba un 7% de la batería. Cogí el diario, el libro que había al lado y que aun no había podido saber de que se trataba, y uno que estaba cerrado pero era especialmente bonito con esa flor de lila dibujada en su tapadera lavanda. Después de leerlos los devolvería, pero tenía que admitir que los libros antiguos siempre me habían fascinado.
Iluminé el camino de vuelta. Ya volvería a investigar esa estancia, ahora lo importante era salir de ahí y que Daniel no se preocupara. No me costó mucho salir de allí, aunque mis pies acabaron bastante doloridos. Alcé la mano y toqué madera. Madera de la parte de atrás de la estantería. Joder. Debía de haberse cerrado de nuevo la puerta. Golpeé incansablemente mis puños contra la madera, mientras gritaba auxilio. No tardé mucho en comprender que era en vano, pues estaba en mitad de la noche en la biblioteca y las posibilidades de ser encontrada eran nulas de por si sin añadir el hecho de que estaba en una especie de pasadizo secreto. Tras unos diez o quince agotadores minutos de golpes y mas gritos me di por vencida y me deje caer sobre el arenoso suelo, apoyé la espalda contra la madera y los codos en las rodillas, masajeándome la sien con las manos. Cuando alcé la vista le tenia frente a mi.
-          ¿Cómo has entrado aquí?- dijo sin la frialdad a la que ya me tenía acostumbrada, mas bien, su voz se tornaba con preocupación.
Tragué saliva y baje la mirada. Incluso a oscuras sus dorados ojos me intimidaban y me daban ganas de abalanzarme sobre él, abrazarle y no soltarle y besarle hasta lo imposible.
-          Moví un busto sin querer y bueno, la curiosidad me pudo- dije en un murmullo.
Me pareció ver como sonreía a pesar de que a duras penas podía ver su rostro. La batería se había consumido por completo.
-          Si no quieres pasar aquí el resto de tu vida será mejor que me sigas- dijo antes de darme la espalda y ponerse a andar.
Me levanté lo mas rápido que pude y salí tras él. Jack andaba demasiado rápido, como si quisiera huir de mi presencia. Jadeando llegué a su lado y le detuve agarrándolo del hombro.
-          No me toques- musitó él con la mandíbula apretada.
-          ¿No ha sido un sueño verdad?- dije temblando, yendo directamente a lo que me interesaba.
La dureza de la mascara que había cubierto su bonito rostro los últimos días pareció desvanecerse por un momento, dejando ver a un Jack temeroso y fascinado a la vez. Pude atisbar un rayo de esperanza en sus ojos.
-          ¿De que hablas?
-          Lo sabes perfectamente- dije y al ver que él no decía nada, pues estuvimos unos minutos en silencio, añadí- esta noche, en las nubes, la pulsera, el beso…- mi voz iba en di minuendo conforme los temblores que sentía aumentaban mas y mas.
-          No se de que estas hablando, Elisabetta- dijo, desaciéndose de mi mano y continuando su camino- será mejor que sigamos, quiero dormir ¿sabes? Y tu deberías.
Resoplé. Por un momento dude de que si hubiera sido un sueño, pero entonces mis verdes ojos se posaron en mi muñeca y me armé de valor.
-          Detente- dije sin titubeos- ya estoy harta. ¿Qué esta pasando? Sé que no ha sido un sueño y tu también lo sabes, perfectamente. Y también sé que te comportas como un imbécil cuando no tienes motivos para ellos, bueno, en verdad solo te comportas asi conmigo. Dime, Jack ¿Qué te he hecho?
Se paró, dándome la espalda. Por un momento vi como un escalofrió recorría su cuerpo y tensaba los hombros. No dijo nada. No se movió ni un milímetro. Parecía una estatua.
-          ¿Qué he hecho, Jack?- dije, de nuevo.
Siguió quieto mientras yo me ponía cada vez mas y mas nerviosa. Me acerqué a él.
-          ¡¿Qué te he hecho?!- grité mientras comencé a golpearle sus anchas espaldas para que se girara y me mirara de una puta vez a los ojos.
Las lágrimas amenazaban con salir pero me mordí el labio y seguí mirando directamente su nuca. Aquella nuca que me moría por acariciar lentamente.
Jack se giró y me sujetó las muñecas. Me miró con ojos cristalinos.
-          No lo entiendes, Elisabetta, lo nuestro es imposible. Siempre ha sido imposible.
Pestañeé para evitar que una lagrima descendieran desde mis ojos para recorrer mi sonrojada mejilla. Cuando volví a abrir los ojos Jack ya no estaba. Había desaparecido.

5 comentarios:

  1. Aiiiiix, que monoo!! Que imbecil que ees jack, jopee, se lo tiene que explicar o pasar de todo y estar con ella (lo siento, eres tu la quee escribe, pero me emociono :b)
    muxoos besoos :3

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  2. -.- DIOOOOS ,me muerooo. Quieromasquieromasquieromasquieromuchomas¡¡¡¡

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  3. Simplemente... ME ENCANTAA!!!! Plis sigueme en mi blog(aunq solo tengo el prólogo jeje espero opiniones): erin-mitodoenlavidaerestu.blogspot.com.es

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  4. ayyy me dejas con la intrigaaa!!! me encanta, siempre estoy esperando a que sea lunes pa leer el nuevo cap Xd, quiero que sea lunes de nuevoo, nose si aguantaré con la intrigaa!! Gracias por pasarte por mi blog, bsss

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