Me removí, haciendo así
que las sabanas se deslizaran por mis piernas desnudas. Me aferré a la
almohada, abrazándola, y caí de nuevo ante las ordenes de Morfeo. Cuando
desperté creí estar soñando. Aquella cama enorme, de madera antigua, y dosel de
seda, el tocador estilo Luis XIV y “Orgullo y prejuicio” de Jane Austen,
descansando sobre la mesita… por un momento sentí que estaba en Italia. En la
casa donde había dado mis primeros pasos y pronunciado mis primeras palabras.
Mi casa. Mi autentico hogar.
La puerta se abrió y
por ella apareció Valerie, con su negro cabello recogido en una trenza desecha.
Profundas ojeras marcaban sus grandes ojos y estaba algo demacrada. No tenía
buen aspecto. Me incorporé enseguida en la cama.
-
¿Te encuentras bien?- pregunté. Se me
hacia raro oír mi propia voz.
-
Creo que esa pregunta debería hacerla
yo- sonrió mi hermanastra.
Una fugaz sonrisa cruzó
mi rostro.
-
¿Dónde estoy? ¿Qué ha pasado?
-
Estas en un lugar seguro, tranquila-
Valerie se sentó en el borde de la cama- ¿Qué que ha pasado? ¡Pues que eres
increíble!
-
¿Cómo? ¿Cómo? ¿Cómo?
-
Has derrotado tu solita a un señor de la
oscuridad, increíble, maravilloso, inaudito.
Parpadeé varias veces.
¿Yo? ¿Derrotar a alguien? ¿Qué demonios era un señor de la oscuridad?
Valerie ante mi desconcierto
rió. Su risa seguía siendo alegre y contagiosa, sin embargo seguía teniendo muy
mal aspecto. Ya me preocuparía luego por saber lo del señor de la oscuridad, y
a que o quien había derrotado y como, pues no recordaba a ver librado ninguna
batalla ni mucho menos luchado, lo importante ahora era saber que le pasaba a
mi hermanastra.
-
Val, te veo mal…
-
Es solo cansancio, nada mas, estos días
han sido agotadores: tu desaparición, el retorno de los señores de la
oscuridad, la muerte de Greta, los exámenes…
-
¿Seguro que solo es eso?
-
Que si, tonta- afirmó Valerie con una
sonrisa- ¿Quieres agua o algo de beber?
Asentí. Aunque dude de
si tal vez debía ofrecérsela yo a ella, seguramente yo tendría mejor aspecto.
Valerie se levantó se acercó a un escritorio donde descansaba una jarra de porcelana
blanca con cinceladas azules. Vertió el contenido en un vaso y me lo trajo. Me
lo bebí de un trago. Estaba sedienta.
De repente un nombre,
unos ojos dorados, un rostro, y unos labios que anhelaba mas que ninguna otra
cosa en este puto mundo, se cruzo por mi mente, haciendo escala en mi corazón.
Jack Van Harse. Mi Jack.
-
¿Y Jack? ¿Dónde está?
-
En el Buchiller, está ayudando a Paloma
y Martha con lo de la fiesta, es mañana.
-
¿He estado casi una semana así?
Valerie se mordió el labio
mientras asentía.
-
Lo importante es que ya estas bien, y
que lo pasaremos de miedo en la fiesta- dijo Valerie con su habitual optimismo-
además, después de lo de Greta todos necesitamos distraernos, divertirnos, han
sido unos días demasiado duros.
-
Si, tienes razón- dije en un murmullo, y
a continuación hice la pregunta que tanto deseaba oir mi hermana:- ¿Qué nos
ponemos?
*
* *
Me enfundé los pitillos
negros, los mas ajustados que tenía, y me puse la camiseta que Cinthia me había
dejado. Era un poco ancha y caía de un hombro. Me hice una trenza que caía
sobre el hombro que estaba cubierto. Maquillaje, unas gotitas de perfume, el
visto bueno de las chicas y salimos de la habitación.
-
Gracias por prestarme el collar,
Valerie, es precioso- dije, observando mi reflejo en el cristal del vestíbulo del
internado.
Había sustituido el
collar de la hadita por el collar de estilo grecolatino de mi hermanastra. Me sentí
desnuda sin mi collar, pero, después de lo ocurrido en el bosque no me causaba
mucha confianza llevarlo puesto.
-
Casi tanto como tú, hermanita- sonrió
Valerie mientras me daba un toquecito en la nariz con su enjoyado dedo.
Sonreí. De repente
alguien vino por detrás, me agarró por la cintura y me comenzó a dar vueltas.
¿Jack?
Me giré.
No, no era Jack. Mis
ojos se pararon en la sensual y carnosa boca de Daniel.
-
Vale, vale, sé que me quieres mucho pero
suéltame- reí al darme cuenta de que mi hermanastro seguía sujetando en el
aire.
Me dejé caer mientras
oía de fondo la carcajada de él.
-
Veo que ya estas recuperada, enana- me
dijo, con los oscuros ojos brillantes- me alegro mucho.
-
Si, por fin una buena noticia…- murmuró
Cinthia.
-
Va, no nos deprimamos, que hoy ¡es
nuestra noche de fiesta loca!- dijo Valerie mas alto de lo normal- Las penas
las dejamos aquí dentro, en la escuela, y venga, vayámonos ya, me muero por
bailar y beberme algo bien cargado.
Entre sonrisas más
alegres salimos del Buchiller, hacia el bosque. El camino me pareció mucho más
largo que la noche de la tormenta, había hecho bien en no ponerme las cuñas que
me había ofrecido Valerie. Llegamos a un claro que ni siquiera sabía que
existía. Miré hacia donde creía que estaba la escuela. Me topé con una boca de
lobo oscura. Menos mal que de los altos pinos que delimitaban el claro prendían
cuerdecitas y de ellas lámparas de papel de llamativos colores que gracias a la
magia mantenían iluminada toda la zona. La música rebotaba contra los
altavoces. ¿Cómo no iban a enterarse en la escuela de la fiesta? Era imposible.
Entonces caí en la cuenta de que todos los allí presentes tenían la sangre llena
de magia. Al fondo había una larga barra llena de botellas de todo tipo de
alcohol y otras tantas sin, para la mezcla. Una caja llena de vasos descansaba
al pie de un refrigerador lleno de hielos. Valerie se cogió de mi brazo y me arrastró
hacia la barra marcando el ritmo con las caderas. Llevaba puesta una falda con
mucho vuelo, que dejaba paso a la imaginación cada vez que daba un giro, y una
camiseta de palabra de honor que le había prestado. Se había dejado el cabello
suelto y estaba radiante. Aunque, eso, en mi hermanastra no era novedad. Junto
a la barra estaba Dereck y Francis, que nos recibieron con una enorme sonrisa.
Casi todo el Buchiller de los tres últimos cursos estaba ahí. Y no había
ninguno con la cara larga. Todos estaban alegres, sonrientes, incluso parecían
felices. Me estremecí. ¿Ya se habían olvidado de aquella morena de vivarachos
ojos? ¿De Greta?
-
¡Oh, vaya! ¡Que ven mis ojos! Y yo que
creía que los ángeles no existían- sonrió Dereck- decir que estáis preciosas es
quedarse corto- nos besó en una mejilla a cada una.
-
No exageres, Dereck- me ruboricé.
-
Vaya, Dereck, gracias por dejarme como
un antipático, que después de ese comentario…
Rompimos todos en
risas.
-
Ya echaba de menos tu risa- me dijo
Dereck.
-
Y yo tu gorra de beisbol, que por cierto…
que raro que no la lleves puesta- dije mientras le revolvía el cabello castaño
con la mano.
-
Bueno, bueno, parejita, nosotros vamos a
por bebidas, ahora venimos- dijo Valerie llevándose a Francis de allí con la
intención de dejarnos solos a Dereck y a mí.
Si ella supiera. Si
supiera que el culpable de mi insomnio, de mis miradas perdidas y de mis tontas
sonrisas no era él, si no Jack. Si supiera que a lo único que aspiraba era a
ser el motivo de su sonrisa. Que con solo verle ya me flaqueaban las piernas y
se me cortaba la respiración. Que cuando lo tenía cerca no sentía mariposas en
el estomago, si no un zoológico entero. Que cada vez que pronunciaba su nombre ya
estaba sonriendo antes siquiera de llegar a la ultima letra. Que me guardaba
para él mis ‘te quieros’ más sinceros. Que cuando estaba con él podría partirse
el mundo en dos y ni me enteraría. Que él y solo él era el verdadero motivo de
mi felicidad.
-
Valerie está obsesionada con emparejarme
contigo- rió Dereck.
-
Se habrá enterado de que soy toda una
experta rompiendo relaciones y querrá ayudarme para que no quede mal- reí yo,
recordando con nostalgia nuestra primera conversación. Parecía que hacía años
de eso y no pocas semanas. Habían pasado demasiadas cosas desde que había
acabado el verano y llegado el odioso Septiembre.
-
No creo que necesites ayuda, Doña
Rompecorazones- dijo entre carcajadas Dereck. Los ojos le centelleaban.
Le hice una mueca de
burla.
-
Estos no vienen y me muero de sed, asi que,
si eres tan amable, prepárame un coctel de los tuyos, que he oído por ahí que
se te dan de miedo- dije con una afable sonrisa dibujada en mis labios pintados
de rojo. Me apoyé en la barra.
-
Como la señorita guste, pero a cambio,
querré un beso- dijo mientras sacaba un vaso de la caja y me guiñaba un ojo.
-
Trato echo- sonreí.
Echó dentro del vaso
tres hielos, un liquido azul, otro lila, un poco de zumo de limón, una
sustancia que parecían granitos de arena, imagino que sal o azúcar o algo de
eso, ya que el gran bote de donde la había sacado descansaba sobre la barra, así
que no podría ser nada del otro mundo. Añadió un liquido blanco, por el olor,
supe que era ginebra. Lo removió todo mientras movía exageradamente el culo al
son de una música imaginaria que nada tenía que ver por la que salía de los
altavoces. Estallamos los dos en risas. Me tendió el vaso. Agradecí enormemente
que Cristina me hubiera obligado a comprarme el pintalabios rojo con duración 24
horas y que no dejaba marca, a pesar de que era mucho más caro. Enseguida
desalojé ese pensamiento de mi mente, a Cristina y a mí en el centro comercial
como tantas y tanta tardes desde que llegué a la ciudad, pensar en ella me
ponía triste y le había prometido a Valerie que dejaría la tristeza y las penas
encerradas en el cajón de la mesita de nuestro cuarto. Bebí un sorbo. Aquello…
aquello… aquello… ¡Estaba delicioso! No tenía ni idea de que era, pero lo que
si sabía era que cada vez que quisiera tomar algo recurriría a Dereck.
-
Mmmm… no está mal- dije con retintín.
-
¿Entonces, me merezco el beso?
-
No sé, no sé- reí.
Dereck me dirigió una
mirada asesina.
-
Que si, tonto- dije mientras me lanzaba
sobre él y le besaba la mejilla- esta muy pero que muy muy muy muy bueno. A
saber dónde has aprendido tu a hacer esto.
-
En la cárcel.
Lo dijo tan serio que
por un momento le creí, luego volvimos a reírnos al unísono. El mejunje de
Dereck se subía demasiado rápido a la cabeza, y eso, que no llevaba más de medio
vaso.
Valerie y Francis
volvieron, esta vez acompañados de Wendy, Matt, Cinthia, Martha, Alice y Sofía.
Todos llevaban en sus manos un gran vaso a medio acabar, menos, Matt, este se
había apropiado de una botella de Vodka rojo para él solo.
-
¡POR UNA GRANDIOSA E INOLVIDABLE
FIESTA!- gritó Martha.
-
¡POR UNA GRANDIOSA E INOLVIDABLE
FIESTA!- gritamos todos al unísono mientras brindábamos con nuestros vasos.
Tras
el brindis separaron las altas copas de Champagne. Charles sonrió a la chica
del pomposo vestido rosa palo. Ella le devolvió la sonrisa, pero esta no iba acompañada
por unos ojos brillantes y enamorados; sin embargo, la de él sí. Dejaron las
copas sobre la bandeja de un camarero y abrieron el baile en su honor, mientras
los invitados a la fiesta, expectantes y envidiosos por la pareja tan perfecta
que parecían formar, rompieron en aplausos. Él sujetaba con firmeza su cintura;
mientras ella añoraba las manos de otro hombre sobre esta. Él le susurró algo
en el oído; mientras ella deseaba volver a sentir el aliento de otro contra su
cuello. Él dibujo un: ‘Estas preciosa’, con sus labios; mientras ella deseaba
escuchar cualquier frase acabada en un ‘Fea’ mientras se la dijese otro. Él
sujetaba con delicadeza su mano envuelta en un blanco guante de seda; mientras
ella deseaba enredar los dedos de esa misma mano en los rubios cabellos de otro
hombre. Él la desnudaba con la mirada; mientras ella solo deseaba ser desnudada
por otro.
Cuando
acabó la melodía más parejas se unieron a ellos, en la gran pista de baile.
Ella se excusó y dejó de bailar, puso cualquier escusa tonta, que necesitaba ir
al baño o al tocador a repasarse el peinado o echarse más polvos. Cuando lo que
en realidad necesitaba era desaparecer de ahí, de ese baile organizado para
ella, de esas personas que le deseaban lo mejor en su futura boda. Su boda.
Dentro de una noche quedaría para siempre sellada a Charles. A ese hombre que
acababa de abandonar en medio de la pista de baile.
Abrió
el cobertizo. Allí estaba él. De espaldas. Con sus amplias y sus marcados
pectorales al aire. Estaba de espaldas, cambiando una rueda del carruaje
destinado a llevar a su amada a una iglesia donde no la esperaría él, si no
otro hombre. Cerró la puerta tras de sí y tiró los guantes sobre la silla donde
descasaba la blanca camisa y los tirantes de él. El anillo de compromiso se
desprendió de su dedo al quitarse el guante. Rebotó contra el suelo. Él se
giró. Dejó sobre el suelo la herramienta que poco antes sostenía en la mano y
se puso de pie. Se quedaron allí, parados. A poco más de cinco metros de
distancia. Mirándose. Ella se acercó a él. Y acarició con el dorso de la mano
su mejilla. Sonrió con tristeza. Sabía que después de aquella noche ya no sería
suya, pertenecería a Charles y no a él. Sin decir palabra alguna sus labios se
rozaron con la más pura delicadeza. ¿Qué decir cuando las palabras sobraban? ¿Cuándo
podía decir más con una sola mirada o una sonrisa que con todas las palabras
del diccionario? ¿Cuándo tenía que decir tanto en tan poco tiempo?
-
Te
quise, te quiero y te querré. Siempre. No lo dudes, nunca, ni siquiera por un
instante dudes de mi amor, no hay nada más verdadero, más puro, más único, más
intenso en el universo conocido y en el que falta por conocer. Puede que no
vuelva a tocar cada centímetro de esa piel que tan loco me vuelve, que no
vuelva a sentir tu sonrisa en medio de un beso solo nuestro, que mi cuello no
vuelva a ser mordido por esa boca que deseo más que al fruto más preciado. Pero
eso jamás será motivo suficiente para acabar con este amor. No existió, no
existe y no existirá nada para acabar con él. Te lo prometo. Esto es para
siempre. Y cuando digo siempre, es una promesa, mi promesa hacia ti, mi promesa
de amor. Porque, Carolina, no te haces idea de cuánto te amo. Podría partirse
ahora mismo el mundo en dos que ni me daría cuenta, ¿y sabes por qué? Porque cuando
te tengo cerca solo existimos tú y yo, lo demás no importa. ¿Acaso hay algo mas
valioso, mas importante, más hermoso que un ‘nosotros’? No, claro que no. Lo único
que se le acerca es tu rostro, y mira que es difícil superar tu hermosura.
Guardaré tu cara, el recuerdo del tacto de tu cabello, el sabor de tus labios,
te guardaré a toda ti- cogió con sumo cuidado, como si de una rosa se tratará,
el dedo índice de ella y dio con él unos toquecitos sobre su pecho izquierdo,
justo donde estaba su corazón- Aquí. Justo aquí. Porque este corazón solo late
por ti. Y jamás dejará de hacerlo. Te lo prometo.
AY DIOSSS, a mi si me dicen eso me desmayo.
ResponderEliminarq bonitoo!! me encanta!!quieroooo el siguientee:) bsss
ResponderEliminarsi algun xico me dice eso yo caigo muerta. pero que hermoso este capi, por poco se me saltan las lagrimas con el final. sube el proximo pronto, xfisss, estare ansiosa por leerlo. :)
ResponderEliminarNo tengo palabras para describir mis sentimientos tras leer esto.Llegaras muy lejos en esta vida :)
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