viernes, 20 de enero de 2012

Capitulo 6.

-          Emm.. esto…- tragué saliva. Mierda. ¿Qué iba a decirle yo ahora? ¿Y como sabía ella lo de la magia?
Las dos sombras se acercaron con paso pausado hacia nosotras. John dio una última calada a su pitillo y lo tiró al suelo. Apagó la llama con la punta de su bota.
-          Buenas noches, chicas- miró de arriba abajo a Valerie- este es Alex.
Dios, gracias, gracias ¡gracias! Salvada por los pelos, pff… al menos me libraría de decirle que sí que había utilizado la magia con su padre hasta dentro de unas horas, para entonces confiaba en que se me hubiera ocurrido alguna excusa.
Alex se parecía bastante a John, salvó porque tenía el cabello más claro y más largo. Vestía vaqueros y una cazadora.
-          ¿Vamos?
Valerie asintió con una sonrisa, me cogió del brazo y seguimos a los chicos hasta el aparcamiento. Nos lanzaron un casco negro a cada una y subimos a sus motos. Me agarré fuertemente a la cintura de Alex cuando arrancó e hizo un caballete.
“The Prision”. La nueva discoteca que habían inaugurado hacia apenas dos semanas y que ya era todo un éxito entre los adolescentes. Cris, algunas amigas y yo habíamos pensado en ir, pero nuestros carnets falsos no eran para nada perfectos. Nos habían salido francamente mal. Dejamos las motos a un lado y fuimos hacia The Prision.
-          No tenemos la mayoría de edad- dije mientras cruzábamos la calle- ¿Cómo vamos a entrar?
-          El segurata es mi tío- dijo Alex.
Frente a nosotros se hallaba la discoteca.
-          Esperarnos un momento aquí, ahora venimos- Valerie me cogió del brazo y me arrastró hasta atrás de un edificio, a un callejón oscuro.
Me mordí el labio, nerviosa. Seguro que quería habla de la magia. Y yo no estaba preparada para ello, aún no había inventado ninguna excusa creíble.
-          ¿Qué hacemos aquí?- pregunté, el callejón no me daba buena espina.
-          Tranquila que Jack el Destripador no va a aparecer- miró la calle: Elm Street- Y, además, Fredi Cruger solo aparece en sueños.
Su comentario me hizo reír. “Pesadilla en Elm Street”, protagonizada por Fredi Cruger, era una de mis pelis favoritas.
-          Míranos, Lis- se miró de arriba abajo- no podemos ir a “The Prision” de esta guisa.
Me miré, la miré. Tenía razón.
-          Mmm… creo que podemos arreglarlo- dije con una sonrisa mientras me quitaba las horquillas del cabello- quiétate el recogido y dame las horquillas, ganchitos.. todo lo que lleves.
-          Esta bien.. pero.. ¿Qué piensas hacer?
-          Tu ya has hecho el maquillaje, la ropa me toca a mí- dije decidida.
Cortamos los vestidos de alta costura y los recogí con las horquillas para que no se notara. Una manga menos por allá, un ganchito con una flor por acá, una cinta verde aquí y un poco de blanco allí. Perfecto.
-          ¡Dios, Lisbeth! ¡Te amo!
Mientras me abrazaba sonreí.
-          Venga, vamos, tengo ganas de bailar.
Con la melena al viento y con nuestros cortos y “diferentes” vestidos nos dirigimos hacia John y Jack.
-          ¡Guau!- dejaron escapar los chicos cuando nos vieron.
-          Estais genial- añadió John.
* * *
La noche fue una autentica pasada, para cuando acabó Valerie estaba demasiado cansada y borracha como para acordarse de lo de la magia. Alex me acercó al ático en moto. Hacía muchísimo aire por lo que me dejó su cazadora gris. Se detuvo frente al bloque de pisos. Bajé y le di el casco. Me maree un poco, había bebido mas de la cuenta, pero con una ducha fría y una buena taza de café mañana no tendría un dolor de cabeza insoportable.
-          Gracias por traerme.
-          No hay de que- me sonrió- cuando quieras repetimos- me guiñó uno de sus grises ojos.
Solté una risita que se confundió con el ruido de unos neumáticos frenando frente a nosotros. De un Mercedes-Benz (ultimo modelo) negro se bajó un chico.
Daniel.
-          ¿Quién es ese?- miró con desprecio a Alex.
-          No te importa- respondió Alex.
-          ¿Te esta molestando, Lisbeth?
-          No, me ha traído a casa, pero ya se iba.
-          Buenas noches, preciosa, volveremos a vernos ¿no?- Alex me dio un beso en la mejilla.
-          No lo dudes- respondí con una de mis mejores sonrisas.
-          No lo hago.
Alex hizo sonar el fuerte motor de su moto y salió a gran velocidad, perdiéndose entre la oscuridad que reinaba la noche.
Daniel me miró. No pude descifrar su mirada, era algo como decepción o ganas de matar a Alex. No sé.
-          Es un chulo de barrio, no te conviene- dijo con voz cariñosa Daniel, acercándose a mí.
-          ¿Quién eres tú para decirme lo que me conviene y lo que no?- después de gritarle eso me arrepentí. Pero me dolía mucho la cabeza y apenas podía pensar. La próxima vez no me tomaría “la ultima” copa mas de tres veces.
-          ¿Estás bien? El aliento te apesta a alcohol- Daniel me acarició el brazo- Ven, te prepararé un baño.
-          Puedo sola- mascullé mientras me dirigía a la entrada del bloque.
Me tropecé con el escalón y caí al suelo. Daniel me cogió en brazos y me subió al ático. Lo último que recuerdo es el agua fría contra mi cabeza y los negros ojos de Daniel.
-          Como se entere tu padre, nos mata- rió mientras salían del club de caballeros.
-          ¡No creo que ningún pajarito se lo cuente!- se abrazó al cuello del chico- ¿verdad?.
Comenzó a girar a su alrededor, tarareando una melodía. Él la agarró por la cintura haciendo que sus pies dejaran de tocar el suelo y le dio vueltas.
Estallaron en tontas risas.
-          ¿Sabes algo, Henry?- él la dejó en el suelo y la miró directamente a los ojos-¡Te amo!- gritó la chica.
Henry sonrió.
-          ¿Qué has dicho?- preguntó el joven. Llevaba la camisa blanca a medio abrochar y el chaleco roto. Tenía un poco de sangre en la manga. Sangre que no era suya.
-          ¡Que te amo!
-          ¡No te oigo!- gritó Henry.
-          ¡Te amo! ¡TE AMO! ¡TE A-MO!- la muchacha gritó y gritó cada vez mas alto.
En aquel momento, en verla tan llena de vida y sin seguir las ordenes de Charles, se dio cuenta de cuánto él la quería a ella. De que no le importaría pelearse otra vez por ella las veces que hicieran falta. Porque sí, había merecido la pena.
-          ¡No te creo!
Ella comenzó a correr. Unas finas gotas de lluvia acariciaban su fina piel marfileña.
-          ¡Oh, Henry! No seas tonto, los niños y los borrachos siempre dicen la verdad- ella comenzó a danzar- y yo estoy borracha ¡Y Dios, me siento tan bien! ¿No sienta genial hacer lo que no debes hacer Henry? ¡Claro que lo sienta! ¡Es fabuloso! ¡Fantástico!
Henry corrió hacia ella, mientras la lluvia le empapaba la ropa y el cabello revuelto, la cogió por la cintura y comenzaron a danzar. Él no estaba nada borracho, necesitaba algo mas que dos vasos con whisky para estarlo. Pero ella, su preciosa, inocente e inexperta amada, era la primera vez que bebía y bueno, el resultado no había sido bien visto por nadie. O sino que se lo dijeran al chico que ahora tenía el labio partido o al de la nariz rota. O al de la herida en la sien.
-          Casi tanto como tu- le susurró Henry al oído.
-          ¿Sabes? No debería estar contigo, no debería quererte, no debería tener ganas de besarte.
-          Pero has dicho que te gustaba hacer cosas que no deberías de hacer- la miró con una mirada pícara, al igual que su sonrisa.
-          Cierto- ella se acercó poco a poco a él.
Sus labios se rozaron.
-          ¿Y que pasa con Char…?
-          ¡Despierta! ¡Despierta, Lisbeth!- Daniel me zarandeaba entre sus fuertes brazos.
-          ¿Qué…que pasa?- bostecé.
-          Estabas teniendo como… convulsiones… espasmos, de pronto comenzaste a temblar- todo él mostraba preocupación.
Instintivamente me llevé la mano a la muñeca. Después de tener esa estúpidas visiones siempre me picaba y dolía. Sin pronunciar sonido alguno mis labios se movieron hasta formar un “¿Qué?”, al darme cuenta de que ni me picaba ni me dolía, solo la tenía un poco roja.
-          Me duele la cabeza.
-          Normal, ten- me dio un vaso de agua y una aspirina.
-          ¿Qué hora es?
-          Las…- miró su muñeca, pero no llevaba reloj- la verdad es que no lo se. ¿Qué mas da?
-          Mi madre vendrá y no quiero que me vea así.
-          Tranquila, se ha quedado a dormir en mi casa, por eso vine anoche. A traerte tu abrigo y tus llaves. Para que pudieras entrar en casa.
Me levanté de la cama.
-          Mmm… no vuelvo a emborracharme en una buena temporada- me dirigí al lavabo.
Me lave la cara y observé mis profundas ojeras en el espejo.
Daniel se rió.
-          Lis, mas te vale que tu madre no vea lo que has hecho con el vestido, le daría un ataque.
-          ¡Bah! No se dará ni cuenta. Si casi nunca la veo- me encogí de hombros.
Daniel hizo una mueca. Abrió sus jugosos labios para decir algo pero le sonó el móvil. Salió fuera y lo cogió.
Me recogí el cabello en un moño de bailarina y comencé a lavarme los dientes. Debía tener el aliento de un muerto. Agg.
-          ¡Dani, voy a ducharme!- grité antes de comenzar a quitarme el albornoz.
¿Albornoz? ¿Cuándo me lo había puesto? Debajo llevaba el vestido verde, aún estaba húmedo. Daniel me habría dado una ducha de agua fría, seguro. Me desvestí y entré en la ducha. El agua recorrió mi cuerpo y me aclaró la mente. Ya no me dolía tanto la cabeza. Ahora que lo pensaba tampoco había bebido tanto. Miré hacia el suelo. Estaba lleno de pececillos antideslizantes de esos que venden en las tiendas de veinte duros. Un recuerdo invadió mi mente:
-          ¿De que color quieres, pequeñaja?- preguntó mi padre.
Los dos teníamos la mirada pegaba al gran acuario que había en la biblioteca. Yo no debía de tener mas de cinco años, como mucho seis. Llevaba el cabello en dos trenzas y alternaba mi mirada atenta y curiosa de mi padre al acuario y viceversa.
-          Mmm… ¡Verde!
Mi padre miró fijamente a un pececillo de color naranja que nadaba de un lado para otro, paseándose.
El pez se volvió de color verde.
-          Ahora prueba tú.
Me concentre en el pececillo. Tras unos minutos frustrantes en los que no pasó absolutamente nada miré con decepción a mi padre.
-          Imagínatelo en tu mente, imagínatelo del color que quieras. Concentra tu energía en un mismo punto, pequeñaja.
Lo volví a intentar.
-          No puedo papá, no soy como tú.
-          Cierto, eres mucho más poderosa que yo- mi padre me pellizco con delicadeza la nariz- vamos, Elisabetta, sé que puedes hacerlo.
Me volví a concentrar. El pez se volvió de color violeta.
Desde que había muerto mi padre y había recibido la carta me había concentrado en recordar esos momentos en los que él me enseñó todo y que luego ocultó en mi mente, tal y como me explicaba en la carta. Este recuerdo era nuevo. ¿Así que no hacía falta ordenarlo? ¿Con imaginarlo servía?
Me concentré en el pez de silicona. Era de un azul clarito. Me lo imagine de color amarillo chillón, como el de un periquito. Concentre mi energía en el pececillo, como me había dicho mi padre que hiciera cuando tenía cinco años. Lo visualicé de amarillo. Me concentré más. Y el pez se volvió de color amarillo. ¡Si! ¡Lo había conseguido! ¡Y a la primera! Cuando empecé a intentar hacer cosas con  la magia siempre me costaba mucho. La primera vez incluso llegué a pensar que todo aquello era una broma de mi padre.
Transformé los pececillos en diferentes colores. Uno lo puse de todos los colores del arcoíris. Estaba orgullosa de mi misma. Me escurrí el cabello y salí de la ducha.
-          ¡¡¡Aaaaah!!!- el corazón me fue a mil.
Frente a mí estaba Daniel.

5 comentarios:

  1. Me encantaaaa!!! por favor no pares de escribir hasta el finaal!! es perfectaa!! aunque eso te lo digo siempre ya jajaja
    besoooos!! :)

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  2. Muchisimas gracias(:
    No parare de escribir, tranquilajaja

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  3. Dios me encanta!!por favor sube el siguiente prontoo!!

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